domingo, 21 de agosto de 2011

Relato: Besos de Chocolate



En aquel parque, paralelo de la retina en perspectiva visual de los seres vivos, el cálido sol se escondía con regocijo. Los columpios se balanceaban levemente por la suave brisa mientras una chica castaña de ojos marrones disfrutaba del vaivén mecedor de éste, al igual que un pequeño libro que descasaba sobre el balancín contiguo. 

Por el camino que daba al parque, se divisó a un chico vestido de uniforme escolar, el cabello negro de éste ondeaba con júbilo. 

—Pensé que no ibas a venir a buscarme—dijo la chica mirando fijamente los ojos negros del recién llegado. 

—Y yo pensé que tenías que regalarme un chocolate—le contrarrestó, observando con diversión lo desaliñada que se encontraba ella. 

—Lo he intentado…—con disimulo le echó un vistazo al libro—, pero se escapa a mi compresión —cedió a la sinceridad. 

Él, sin pensarlo, se acercó al columpio para coger el libro que ahí descansaba. 

—"Cómo hacer chocolate de San Valentín para principiantes" –sonrió de medio lado, entretenido. —Interesante lectura, sin embargo te sería más útil si lo leyeras en la cocina. 

La chica se sonrojó, no obstante el rubor se intensificó cuando él le revolvió las finas hebras de su cuero cabelludo en un acto juguetón. 

—Además, por la harina de tu pelo, es obvio que lo intentaste. 

—Claro, es cierto —no le quedaba más que aceptar la verdad, aunque se avergonzada de sus pésimos dotes fallidos en la cocina. No había fracaso una vez, sino que tres veces consecutivas, era un verdadero fiasco… 

Hubo un minuto de silencio antes de que hablara una vez más, si bien no había podido hacer la chocolatina, el tener la intención de darle una de éstas permanecía latente. 

—Aún así, yo… Yo te compré una chocolatina para que no te quedaras sin chocolate —se mordió el interior de la mejilla, rogando para que él no la creyese una idiota desesperada. 

A continuación, y haciendo caso omiso de la vergüenza, metió la mano en un bolsillo lateral de la chaqueta de su uniforme para buscar la chocolatina que había adquirido. Demoró. 

Por otro lado, el chico miraba algo sorprendido la escena, no por el hecho de que ella le haya comprado aquel confite, sino que por lo adorable que se veía ella a pesar del pelo despeinado y lleno de harina, y de las manchas en su oscuro uniforme escolar... Sí, recién había notado lo inconmensurablemente hermosa que era -y se veía- ella. 

—Toma —sonrojada se dispuso a entregarle la pequeña chocolatina a base de cacao y leche. —Es lo mejor que te pude comprar —se mordió el labio inferior, nerviosa. 

El chico la miró emocionado. Con agradecimiento recogió el chocolate. En realidad nunca había conocido alguien que se preocupara tanto por él. 

Las mejillas se le tiñeron de rosa en un segundo, y anonadado se quedó con la chocolatina entre los dedos. 

Sólo para no parecer un bobo pasmado, habló. 

—Sabes que no me gusta el dulce —dijo lo primero que se le fue a la cabeza, y era cierto, no le gusta el chocolate. 

Ella se sintió triste y estúpida apenas esas palabras llegaron a sus oídos. Ni siquiera se había acordado que a él no le gustaba el chocolate, ¿cómo pudo olvidarlo…? 

Respiró profundo, sintiéndose absurda. 

—Sí, lo sé… —hizo una pausa antes de agregar una disculpa. —Lo siento… 

A él se le derritió el alma cuando la escuchó. 

En un acto completamente involuntario, abrió la chocolatina ante el asombro de la chica que lo miraba interrogante. Sin saber cómo ni por qué, se acercó a ella, la incorporó y la atrajo hacia su pecho para contactar sus labios a los de ella. 

El raciocinio estaba dormido, por lo que la impulsividad tomó el control de sus actos. 

El beso lo sumió, y no hubo arrepentimiento, pues fue dulce, suave y cálido, sin duda apasionante. La mezcla de los sabores fue maravillosa. 

Ella, todavía absorta, no podía creer lo que estaba pasando. Él la estaba besando… ¡La estaba besando! Por Dios, era increíble, más aún por la incandescencia transmitida por el beso que aumentaba por el intenso sabor conjugado del chocolate que recorría su boca, delicioso… Pronto, y sin más, se relajó y consintió que el beso la atrapara. 

Dejando caer al suelo el libro de cocina, el chico guardó en su bolsillo la chocolatina para dedicarse sólo a besarla, todo lo realizado lo hizo sin dejar por un momento el contacto entre ambos labios. 

Segundos más tarde el beso terminó. Ambos se miraron tiernamente con el dulce sabor de chocolate en sus labios, permaneciendo como un hormigueo único y constante. El rubor de sus mejillas todavía visible, delató el gusto recíproco de ellos y, sin decir palabra alguna, se transmitieron a través de los reflejos de las pupilas dilatadas cuánto sentía el uno por el otro. 

—Es cierto que no me gustan los dulces—dijo el chico cuando volvió a la realidad. 

Ella le sonrió tierna dedicándole esa respuesta insonora. 

—Pero… —la miró con intensidad, plasmando una expresión seria en el rostro. 

La sonrisa de la chica desapareció al observarlo. 

—El único dulce que me gusta son tus labios. 

La chica se ruborizó a extremos no conocidos por la gama de rojos. 

El alma le había vuelto al cuerpo, casi había creído que él se había desilusionado de sus besos. Menos mal que no... 

—Todavía no se ha acabado el día… —se atrevió a decir ella luego de sopesar el aumento repentino de la frecuencia cardiaca. El piropo recién dicho le había provocado taquicardia. —Aún podemos ir al cine si nos damos prisa… 

—Si —afirmó, embriagado por el aura que tenía el aire del amanecer—¿Qué película te gustaría ver? 

—Algo de acción estaría bien, ya hemos tenido suficiente dulce por todo el año… —habló tímida, casi sintiéndose tonta por escucharse a sí misma tan cursi. 

Él soltó una carcajada sincera. 

—Claro, pero antes deberías ir a cambiarte —mencionó recordando el revuelto atuendo de la chica. 

—Ehhh, sí… —ni siquiera se había notado tan desprolija. Saliendo de sus pensamientos, exclamó —¡Vamos! 

Enlazó su mano a la de él y juntos se fueron alejando del parque, acompañados por la brisa que movía sus cabellos con extrema suavidad al compás de las hojas de los árboles y los columpios del aquel lugar. 

—Oye… —lo llamó luego de un rato, entusiasmada. —¿Qué quieres que cenemos? 

—Besos de chocolate —contestó sin pensarlo, con una sonrisa sugerente dibujada entre los labios. Pronto procesó lo que había dicho, sonrió aún más amplio. 

La idea le gustaba, y mucho... 

Ella asintió enérgicamente, captando la intención entre líneas del chico. Luego, como si flotaran en el aire, continuaron alejándose del parque para poder disfrutar de su propia dulzura a solas. 

Minutos después en el parque anocheció y en el suelo, como un viejo recuerdo, se encontraba un pequeño libro de cocina que yacía como testigo de aquel fantástico día desencadenante del afecto de dos jóvenes enamorados. 

Si todos los principiantes no lograban hacer chocolatina, entonces que todos fracasaran en el intento, pues con la dulzura de los besos recibidos, el fracaso no era más que una recompensa exitosa

2 pelusas:

LQVL dijo...

Sólo por el título de la entrada no he podido resistir a leerla. Besos y chocolate, maravillosa combinación

Felicidades por la entrada
Un saludo
Lourdes

Marta Smile dijo...

Gracias lo escribí en un momento de inspiración

*No spam por favor si quieres dejar tu blog envíamelo a mi mail

*Respeto entre todos o si no un monstruo te hará una visita esta noche

*Si dejas tu comentario me harás feliz a mí y a más monstruos del mundo