domingo, 21 de agosto de 2011

Relato Noche en el cementerio



 Nunca pensé que accedería a pasar una noche en el cementerio, supongo que mi orgullo me impedía quedarme en casa mientras los demás pasaban lo que se suponía que iba a ser una horripilante noche en el cementerio. No la verdad el ser orgullosa me acarreaba numerosos problemas, pero la verdad no me importaba demasiado, porque si era orgullosa era para impresionar. No era culpa mía que Nacho hubiera decidido cambiar de un año para otro y pasar de ser increíblemente aburrido e incluso cortado a ser increíblemente atractivo,amable,considerado...no era culpa mía, lo conocía desde la infancia pero nunca lo había visto de ese modo debían ser sin duda las hormonas.

Un extraño ruido me sacó de mi nubecita de felicidad adolescente, provenía de detrás de una lápida que estaba cerca de nuestra improvisada hoguera.

-¿Habéis oído eso?-dije intentando sonar menos asustada de lo que en realidad estaba

-Bah, será algún gato-dijo Nacho con bastante desdén sacudiendo levemente su flequillo de color castaño que parecía bastante más claro de lo que era en realidad debido a su próximidad con la hoguera.

-No intentes meternos miedo Marta, sabemos perfectamente que te gusta gastarnos bromas-dijo Miriam cuya rizada cabellera hasta ahora amable y jovial a mis ojos se había tornado peligrosa y siniestra bajo la luz de la luna.

Intenté mirar al suelo haciendo caso omiso a los demás , mirando fijamente a mis converse bastante húmedas ya por la humedad, debería haberme traído otro calzado pero la verdad no acepté el hecho de pasar la noche en el cementerio hasta que montamos la tienda de campaña en una pequeña colina que sobresalía levemente del paisaje llano del resto del cementerio. En la colina tan sólo había tres lápidas, las tres pertenecientes a la misma familia, quién sabe porque dejaron esta vida aquellas tres personas, pero sin duda la dejaron estando en muy buena posición económica dada la calidad y estado de las lápidas. El apellido común que rezaba en ellas era Craig, Mary Craig, Helena Craig y Peter Craig, fecha 31 de Octubre de 1678.

-Marta, ¿Estás bien estás algo blanca?-dijo Nacho con su habitual amabilidad mirandome fijamente con sus profundos ojos marrones-¿Tienes frío? ¿Quieres que te pase la manta?

-Ehh estoy bien, supongo que tengo algo de frío-mi mirada estaba totalmente perdida sentía como si un frío se estuviera apoderando lentamente de mi cuerpo, aunque supongo que era normal ya eran casi las once en un fría noche de invierno en el cementerio, era normal tener frío

Nacho me paso amablemente la manta, con la que me cubrí completamente. La manta era muy grande aunque no sabría decir si era suave o rugosa, lo importante es que me daba calor.

La hoguera seguía calentando las nubes, no podía esperar a que se hicieran del todo, había cenado hace solo unas horas pero el miedo me daba hambre además todos teníamos demasiado sueño, no queríamos hablar, no queríamos decir nada, tan solo queríamos comer aquellos dulces y meternos en la tienda para pasar una noche agradable y supuestamente muy emocionante y escalofriante. Pero tenía demasiado sueño para resistir y lo último que recuerdo es la agradable sonrisa de Miriam ofreciendome una suave y esponjosa nube.

***

Desperté en un suelo muy duro, no se parecía para nada al esponjoso pero húmedo cesped del cementerio. Mi ropa me pesaba horrores, no recordaba que una sudadera, una camiseta, mis vaqueros y mi habitual chaquetón pesaran tanto. Entonces enfoque bien la imagen y comprobé que no me encontraba en el cementerio, estaba en el suelo del salón de una casa muy lujosa. Las paredes decoradas con un cuidado papel, los muebles en caoba, las estatuas de mármol, no era el tipo de casa que uno se encontraba todos los días.

Traté de levantarme, quería tocar y probar el fabuloso sofá de aire regio, aunque como cabía esperar mi torpe za hizo acto de presencia y me caí, tropezando con un suntuoso vestido propio de una duquesa.

-¿Se encuentra bien? Señorita Craig-dijo mi mayordomo, espera...¡Mi mayordomo!-Le prepararé el té.


 Nunca pensé que accedería a pasar una noche en el cementerio, supongo que mi orgullo me impedía quedarme en casa mientras los demás pasaban lo que se suponía que iba a ser una horripilante noche en el cementerio. No la verdad el ser orgullosa me acarreaba numerosos problemas, pero la verdad no me importaba demasiado, porque si era orgullosa era para impresionar. No era culpa mía que Nacho hubiera decidido cambiar de un año para otro y pasar de ser increíblemente aburrido e incluso cortado a ser increíblemente atractivo,amable,considerado...no era culpa mía, lo conocía desde la infancia pero nunca lo había visto de ese modo debían ser sin duda las hormonas.

Un extraño ruido me sacó de mi nubecita de felicidad adolescente, provenía de detrás de una lápida que estaba cerca de nuestra improvisada hoguera.

-¿Habéis oído eso?-dije intentando sonar menos asustada de lo que en realidad estaba

-Bah, será algún gato-dijo Nacho con bastante desdén sacudiendo levemente su flequillo de color castaño que parecía bastante más claro de lo que era en realidad debido a su próximidad con la hoguera.

-No intentes meternos miedo Marta, sabemos perfectamente que te gusta gastarnos bromas-dijo Miriam cuya rizada cabellera hasta ahora amable y jovial a mis ojos se había tornado peligrosa y siniestra bajo la luz de la luna.

Intenté mirar al suelo haciendo caso omiso a los demás , mirando fijamente a mis converse bastante húmedas ya por la humedad, debería haberme traído otro calzado pero la verdad no acepté el hecho de pasar la noche en el cementerio hasta que montamos la tienda de campaña en una pequeña colina que sobresalía levemente del paisaje llano del resto del cementerio. En la colina tan sólo había tres lápidas, las tres pertenecientes a la misma familia, quién sabe porque dejaron esta vida aquellas tres personas, pero sin duda la dejaron estando en muy buena posición económica dada la calidad y estado de las lápidas. El apellido común que rezaba en ellas era Craig, Mary Craig, Helena Craig y Peter Craig, fecha 31 de Octubre de 1678.

-Marta, ¿Estás bien estás algo blanca?-dijo Nacho con su habitual amabilidad mirandome fijamente con sus profundos ojos marrones-¿Tienes frío? ¿Quieres que te pase la manta?

-Ehh estoy bien, supongo que tengo algo de frío-mi mirada estaba totalmente perdida sentía como si un frío se estuviera apoderando lentamente de mi cuerpo, aunque supongo que era normal ya eran casi las once en un fría noche de invierno en el cementerio, era normal tener frío

Nacho me paso amablemente la manta, con la que me cubrí completamente. La manta era muy grande aunque no sabría decir si era suave o rugosa, lo importante es que me daba calor.

La hoguera seguía calentando las nubes, no podía esperar a que se hicieran del todo, había cenado hace solo unas horas pero el miedo me daba hambre además todos teníamos demasiado sueño, no queríamos hablar, no queríamos decir nada, tan solo queríamos comer aquellos dulces y meternos en la tienda para pasar una noche agradable y supuestamente muy emocionante y escalofriante. Pero tenía demasiado sueño para resistir y lo último que recuerdo es la agradable sonrisa de Miriam ofreciendome una suave y esponjosa nube.

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Desperté en un suelo muy duro, no se parecía para nada al esponjoso pero húmedo cesped del cementerio. Mi ropa me pesaba horrores, no recordaba que una sudadera, una camiseta, mis vaqueros y mi habitual chaquetón pesaran tanto. Entonces enfoque bien la imagen y comprobé que no me encontraba en el cementerio, estaba en el suelo del salón de una casa muy lujosa. Las paredes decoradas con un cuidado papel, los muebles en caoba, las estatuas de mármol, no era el tipo de casa que uno se encontraba todos los días.

Traté de levantarme, quería tocar y probar el fabuloso sofá de aire regio, aunque como cabía esperar mi torpe za hizo acto de presencia y me caí, tropezando con un suntuoso vestido propio de una duquesa.

-¿Se encuentra bien? Señorita Craig-dijo mi mayordomo, espera...¡Mi mayordomo!-Le prepararé el té.

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